LA MAGIA EN POESIA
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EL DIA EN QUE JESUS GUARDO SILENCIO

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Mensaje por francis falcon Vie Mayo 06, 2011 4:17 pm





EL DIA EN QUE JESUS GUARDO SILENCIO

SI BIEN ES CIERTO ES UN MENSAJE EXTENSO, VALE LA PENA LEERLO.

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Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o un sueño.
Sólo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un buen libro en la mano.
El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear...
En algún lugar entre la semi-inconsciencia y los sueños,
Me encontré en aquel inmenso salón.
No tenía nada en especial, salvo una pared llena de tarjeteros,
Como los que tienen las grandes bibliotecas.
Los ficheros iban del suelo al techo
y parecía interminable en ambas direcciones.
Tenían diferentes rótulos.
Al acercarme, me llamó la atención un cajón titulado:
“Muchachas que me han gustado”.
Lo abrí descuidadamente y empecé a pasar las fichas.
Tuve que detenerme por la impresión,
había reconocido el nombre de cada una de ellas:
¡Se trataba de las muchachas que a Mí me habían gustado!

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Sin que nadie me lo dijera,
empecé a sospechar dónde me encontraba.
Este inmenso salón con sus interminables ficheros,
Era un crudo catálogo de toda mi existencia.
Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida,
Pequeños y grandes detalles,
Momentos que ya mi memoria había olvidado.
Un sentimiento de expectación y curiosidad,
acompañado de intriga, empezó a recorrerme,
mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido.
Algunos me trajeron alegría y momentos dulces.
Otros, por el contrario,
un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos
que tuve que volverme para ver si alguien me observaba.
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El archivo “Amigos” estaba al lado de “Amigos que traicioné”
y “Amigos que abandoné cuando mas me necesitaban”.
Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo:
“Libros que he leído”, “Mentiras que he dicho”,
“Consuelo que he dado”, “Chistes que conté”.
Otros títulos eran:
“Asuntos por los que he peleado con mis hermanos”,
“Cosas hechas cuando estaba molesto”,
“Murmuraciones cuando mamá me reprendía de niño”,
“Videos que he visto”...
No dejaba de sorprenderme por los títulos.
En algunos ficheros había muchas mas tarjetas de las que esperaba
y otras veces, menos de las que yo pensaba.
Estaba atónito del volumen de información de mi vida
que había acumulado.
¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo
para escribir cada una de esas millones de tarjetas?
Pero cada tarjeta confirmaba la verdad.
Cada una escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma.

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Cuando vi el archivo “Canciones que he escuchado”
quedé atónito al descubrir
que tenía mas de tres cuadras de profundidad
y, ni aún así, vi su fin.
Me sentí avergonzado, no por la baja calidad de la música,
sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba haber perdido. Cuando llegué al archivo “Pensamientos lujuriosos”
un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Sólo abrí el cajón unos centímetros...
Me avergonzaría conocer su tamaño.
Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido.
Me sentí asqueado al constatar que “ése” momento,
escondido en la oscuridad, había quedado registrado...
No necesitaba ver más...Un instinto animal afloró en mí.
Un pensamiento dominaba mi mente:
Nadie debe ver éstas tarjetas jamás.
Nadie debe entrar jamás a éste salón...!
Tengo que destruirlo!
En un frenesí insano arranqué un cajón.
Tenía que vaciar y quemar su contenido.
Pero descubrí que no podía ni siquiera desglosar
una sola tarjeta del cajón.
Me desesperé y traté de tirar con más fuerza,
sólo para descubrir que eran más duras que el acero
cuando intentaba arrancarlas.

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Vencido y completamente indefenso, devolví el cajón a su lugar.
Apoyé mi cabeza al interminable archivo,
testigo invencible de mis miserias, y comencé a llorar.
Lloraba tan profundo, que no podía respirar.
Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza.
Un nuevo pensamiento cruzaba mi mente:
“Nadie deberá entrar a éste salón.
Necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre”.
Y mientras me limpiaba las lágrimas, lo vi...
!Oh, no!, ¡Por favor, no!,
¡El no!, ¡Cualquiera, menos Jesús!
Impotente vi cómo Jesús abría los cajones
y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción.
En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada.
Intuitivamente Jesús se acercó a los peores archivos.
¿Porqué tiene que leerlos todos?
Con tristeza en sus ojos buscó mi mirada
y yo bajé la cabeza de vergüenza.
Me llevé las manos al rostro para que no me viera.
El se acercó, puso sus manos en mis hombros.
Pudo haber dicho muchas cosas, pero no dijo ni una sola palabra.
Allí estaba, junto a mí en silencio.
Fue el día en que Jesús guardó silencio...

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Me abrazó y lloró conmigo.
Entonces, volvió a los archivadores
y desde un lado del salón comenzó a abrirlos, uno por uno,
y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío.
¡No! le grité corriendo hacia El.
Lo único que atinaba a decir era ¡no! ¡no! ¡no!
y luego le arrebaté la ficha de su mano.
Su nombre NO TENIA PORQUE ESTAR EN ESAS FICHAS.
NO ERAN SUS CULPAS, ¡ERAN LAS MIAS!
Pero allí estaban, escritas en rojo vivo.
Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre.
Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste
y siguió firmando las tarjetas.
No entiendo cómo lo hizo tan rápido.
Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado.
Me miró con ternura a los ojos y me dijo:
“¡Consumado es!, ¡Está terminado!,
yo he cargado con tu vergüenza y tu culpa”.
En eso, salimos juntos del salón...
salón que aún permanece abierto...
porque todavía faltan mas tarjetas que escribir...
Aún no sé si fue un sueño, una visión, o una realidad...
Pero, de lo que sí estoy convencido,
es que la próxima vez que Jesús vuelva a ése salón,
encontrará más fichas de qué alegrarse,
menos tiempo perdido,
y menos fichas vanas y vergonzosas.

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Elisa María (Un gran Pensador)


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