Yo soy de la vieja España

Yo soy de la vieja España

Yo soy de la España vieja
del bohemio y el cantor,
y soy de la vieja estirpe,
que de las letras se forjo.

Mi destino es el sendero
por los caminos perdidos,
llevando a mi Dios de escudero
y la fe como testigo.

Mis pasos son pasos lentos,
me detengo en cada cosa,
abrazo al necesitado,
y al solitario traigo rosas,

Sí hay frio busco una manta,
y nunca nada reclamo.
Para el hambriento traigo pan,
que con mis manos me gano,

Nunca falta en mi mochila
mi librillo y mi rosario,
las cosas de la abuela,
que me dejo de sudario.

Yo soy de la vieja escuela,
de la Biblia y el Quijote,
de cantar en las entradas,
y el ángelus a las doce.

Mi vida se fue forjando,
cómo se forjan las letras,
entre renglones torcidos,
creando una vida recta.

En mi caminar constante,
llevo a Dios de compañero,
con el hablo en las noches,
de los hechos pasajeros,

a veces creo que es locura,
y otras veces me conformo,
con ver que de mi aventura,
hago el traje que yo tomo.

No me gustan las medallas
tampoco grandes carteles,
ni me gustan las batallas,
ni la vida sin deberes.

Con mi esfuerzo cotidiano,
trato de guiar mis pasos,
siguiendo en mi propia mano,
a mi Dios, aun con fracasos.

Y el día que mi camino
se termine en esta vida,
le pido a Dios que me deje,
para aliviar las heridas.

un recuerdo de cariño
quiero dejar de constancia,
y el corazón sin regiño,
para quien le hiciera falta.

Porqué hasta la muerte quisiera,
que fuera para alguien útil,
y en la misma muerte,
dejar mi palabra fuerte

de que no le tomen miedo,
cuando su tiempo se acerque.

Con esta fe inquebrantable,
que desde mi pecho brota,
seguir amando a mi Cristo,
y una hora, tras de otra.

Y el día que yo me muera,
que me recuerde rezando,
y digan que sin ser buena,
por su Dios murió implorando.

Que soy del linaje viejo,
de la escuela de valores,
donde el corazón del hombre,
no necesitaba galones.

Haya de donde yo vengo
no había ningún documento,
los papeles eran solo,
el entrelazar las manos

Dos brazos “y trato hecho”.
Para el hombre era todo
con la palabra respeto
cada cual tomaba lo suyo

Nadie tomaba lo ajeno,
no existían cerradura
eran tan solo de adorno
todas las puertas abiertas
estaban siempre para todos.

No eran malos ni buenos
ni eran buenos ni malos.
eran las gentes sencillas
que vivían como hermanos.

Si había labranza se hacía.
Si había siembra era del pueblo,
y si tenían problemas
eran todos, a una,
y hermanados, en el credo.

Yo soy de un pueblo sencillo
que ni es grande, ni pequeño.
En las noches duerme al raso
bajo el roció del cielo.

Donde crece la aceituna
y los algodones bellos.
Es la tierra de trigales
de la avena y el centeno.

Nunca logramos tabaco
ni para el consumo del pueblo.
Ni salen los frutos caros
de la mano del jornalero.

De tomates y similares
están los huerto repletos,
No hay tierra que se ame tanto
como la ama el labriego.
.
Pica terrones algunos
y otros son jornaleros.
Todos unen sus canciones
al son que marchan sus cuerpos.

Cada mañana en el postigo
que salen los tractores
para iniciar los senderos,
por esos campos benditos
regados de sudor plenos.

La tierra que ofrece tanto
las manos que entregan esfuerzo
que yo soy de tierra firme
del cante y el jaranero.

De donde el hombre es hombre
y la mujer, el tesoro de los cielos,
los hijos son el regalo
de los amores sinceros.

Porque soy de la vieja estirpe
del español por completo,
donde no buscan fronteras
ni separar los linderos.
si no unir pueblos hermanos
que antes eran forasteros.

Si quieres saber su nombre
España el solo y en pleno
la que no conoce regiones
son todos de un mismo pueblo.

Luchan por una misma meta
defienden un mismo derecho.
Aman a un mismo Cristo
y la misma fe, unen al rezo.

Francis Falcón.